Palabras de Gladys Marín en el 50 aniversario del Asalto a los Cuarteles Moncada y Bayamo.
A cincuenta años de su realización histórica, de la epopeya inesperada, el asalto a los cuarteles de Santiago de Cuba y Bayamo, en la madrugada del 26 de julio de 1953, protagonizado por ciento cuarenta y tres combatientes encabezados por Fidel Castro Ruz, continúa hoy iluminando las conciencias, las luchas y las esperanzas de los pueblos de nuestra América y de muchos territorios del mundo.
El Moncada, hoy, es un hecho del futuro, mientras el «fin de la historia», proclamado por los representantes del imperio, muestra sus rostros inhumanos en los intentos de neocolonización y exterminio de los pueblos.
Estremecidos por la criminalidad imperialista, por la descomposición que nos impone el neoliberalismo, que en este nuevo siglo ha puesto al mundo en riesgo vital, y por cierto en la primera línea de su mirada terrorista a la Revolución Cubana, volvemos hacia el 26 de julio para empaparnos de ese grito que dio comienzo a un proceso de emancipación de marcado acento popular y dotado de un profundo contenido revolucionario.
Como ayer, como hace medio siglo, el Moncada hoy se nos revela nuevo, fresco, rupturista, ejemplar, un toque de clarín que hace trizas las formas conservadoras de hacer la política; que se «planta» al frente de una sociedad que se descompone, y cuyo pueblo sabe reaccionar ante ese gesto de belleza puro, digno y propietario de los valores humanos que se proponen construir desde una ética popular y socialista.
Nada estaba predeterminado para concebir esa acción heroica desde los parámetros «normales» de la política, incluso desde la política revolucionaria de esos tiempos en que el mundo vivía momentos de transformación, crisis y cambios profundos.
A cincuenta años, nos deberíamos preguntar hoy ¿nada o mucho?
He ahí una clave que nos lleva por los hermosos y espesos mundos y espacios de la subjetividad humana, siempre por descubrirse, realizarse y construirse.
Ese pequeño grupo de hombres y mujeres combatientes, que ofrece un ejemplo, que formula una entrega, crece y se funde en el movimiento de todo un pueblo que se levanta y se rebela contra la opresión y la miseria producidas por un régimen al que se juzga corrupto e ilegítimo.
No es solo una miseria «material» con la que se quiere definitivamente romper.
Es la miseria de la pérdida de la dignidad, de la autoestima, del poder norteamericano y extranjero. Es la humillación cotidiana la que tiene respuesta concreta y simbólica a la vez; es un gesto, una acción, un hito de un presente que se hace referente de futuro para un pueblo entero que se estremece, que se reconoce y se dispone a la liberación.
El propio Comandante Fidel Castro dice, después, con posterioridad a la Revolución en 1959, que el asalto a los cuarteles de Santiago de Cuba y Bayamo no estaba destinado a la inmediata conquista del poder. Se trataba de generar un efecto sobre la conciencia del pueblo que contribuyera a configurar las condiciones que posibilitaran la puesta en marcha de un programa revolucionario.
No era, por tanto, una sola demostración de fuerza. Fue sí una demostración de hecho, de una voluntad puesta en acción.
Desde la historia, desde el presente, ese gesto fue una afirmación efectiva de que el cambio era y continúa siendo posible.
Sin embargo, ¿cuántos Asaltos al Cuartel Moncada ha hecho en cuarenta años la Revolución Cubana? Muchos, notables en su intensidad, consecuentes en sus heroísmos.
¿Cuántos asaltos a cuarteles imperiales requiere nuestro mundo hoy?
Hoy mismo, desde la oscuridad de la historia que se nos busca imponer, como negación siquiera de una humanidad en paz, con un mundo al cual incluso se le niega la posibilidad de un futuro digno, surge este ejemplo de humanidad, que es el atrevimiento, la valentía para no rehuir el conflicto cuando este se hacía inminente.
Posteriormente, en su defensa «La Historia Me Absolverá», el Comandante Fidel Castro lanza una señal que ya se había fraguado antes, en medio de la gesta del asalto: se trata de avanzar en un programa del pueblo, en la unidad de clases y sectores sociales que es posible unir, en una radicalidad que se entiende como raíces, identidad.
Una congruencia que emana de Martí y de la historia nacional cubana, que nada entienden los enemigos y adversarios de la Revolución Cubana, cuando pretenden ahora destruir esa gesta popular, bajo el hipócrita y falaz pretexto de la soberanía nacional dañada.
Y ese programa se abre camino, se hace conciencias, se hace acciones y heroísmos. Muchos, en las décadas posteriores, son depositarios de ese legado.
Se empapa esa misma historia en cuarenta años de Revolución no interrumpida. Es la conciencia que hoy exponen los cinco héroes encarcelados por el imperio; son los miles y miles de ejemplos de internacionalistas cubanos que abren esperanzas en la medicina, en la salud, en la cultura, en la sensibilidad y en la belleza del hacer humano.
Pero, especial y esencialmente, en esta fresca y permanente idea de la emancipación humana.
Nuestro continente, hoy, estremecido por las estrategias imperialistas, vuelve su mirada al grito del Moncada, que es presente.
Desde Chile, hoy, a cincuenta años de esa gesta; a treinta años del golpe fascista y la ofrenda histórica de un pueblo y su Presidente, Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, miramos con sentido de futuro esa clave que emana de la historia popular, que se hace acción viva y nos estremece.
Santiago, 18 de julio de 2003.